*Licenciada en Historia del Arte por la Universidad de Oviedo
*Máster en Métodos y Técnicas para la Investigación Histórica, Artística y Geográfica; especialidad en Historia del Arte por la Universidad Nacional de Educación a Distancia, UNED

*Doctoranda en Historia del Arte por la Universidad de Oviedo

lunes, 15 de abril de 2013

John Currin, o la dignidad del Arte Contemporáneo

Las nuevas figuraciones y los nuevos modos de expresar el arte contemporáneo, han hecho que el público llegue despreciar ciertas formas. Tal y como he comentado en mi anterior entrada, no se puede engañar al público ni a los historiadores con obras de arte cuya base teórica - si la hay- no sostiene la expresión del artista. 

Cuanto más experimental sea el arte que se presenta en las salas expositivas, el público más reclama una figuración estricta cuyas formas pueda identificar el ojo a simple vista. Ocurre, por el contrario, que los propios artistas rechazan la figuración tradicional por no identificarlo como expresión artística contemporánea, donde la mayoría de las veces son manchas y no pinceladas las que configuran el lienzo.

En este contexto se mueve la obra de John Currin, artista americano nacido en 1962 y cuyas primeros trabajos vieron la luz en 1986. La obra de Currin se basa principalmente en retratos de jóvenes mujeres, desnudas, o realizando algún acto sexual, presentadas con tal delicadeza que evita caer en lo obsceno y lo vulgar.


Esta obra lleva por nombre Honeymoon nude fue realizada en 1998 y se expone actualmente en la Tate Gallery de Londres. Tengo que decir que esta es una de mis obras favoritas, no sólo de John Currin o de la época contemporánea, sino de toda la Historia del Arte. Tuve la ocasión de verla en la exposición organizada por el Museo Thyssen-Bornemisza junto con Caja Madrid, Lágrimas de Eros, en el año 2009. Cuando alguien tiene delante esta obra, no hace otra cosa más que comprobar la fecha en la que fue realizada sin evitar pensar en las obras que mostraban a las diosas paganas renacentistas.

John Currin nos presenta una mujer delicada, esbelta, con facciones y rasgos dulces. La joven recién casada está expuesta y desnuda ante un fondo neutro, lo cual hace que nos fijemos solamente en su cuerpo, tentando al espectador a mirar su seno, y a su vientre: principio y fuente de vida. Esta obra nos muestra el paso de niña a mujer con un preciosismo digno de los pintores clasicistas pero que aturde con los diferentes puntos de vista desde los que se puede observar el lienzo. No es de extrañar, que cuando el espectador se encuentra ante esta obra, caiga rendido a sus pies cual diosa Venus en su nacimiento de Botticelli.

No hay comentarios:

Publicar un comentario